catequesis

 

  Algo de historia como para comenzar

Cronología del Siglo II 

CÉSARES ROMANOS
PAPAS
HISTORIA de los Primeros Cristianos
 
98/117
Trajano
97/105
San Evaristo
  
 
107 Carta de San Ignacio de Antioquia
108 Epístola de San Policarpo a los Filipenses
112/113 Correspondencia de Plinio con Trajano
115 Anales de Tácito
 
105/115
San Alejandro
 
117/138
Adriano
115/125
San Sixto
125 Quadrato, primer apologista
 
125/136
San Telesforo
130 Conversión de San Justino mártir
130 Escuela gnóstica alejandrina
 
136/140
San Higinio
 
 
138/161
Antonino Pío
140/155
San Pío I
 
143 “Contradicciones” de Marción
144 Marción expulsado de la comunidad cristiana
 
155/166
San Aniceto
161/169
Marco Aurelio y Lucio Vero
       
 
166/175
San Sotero
169/180
Marco Aurelio
171/180 Meditaciones de Marco Aurelio
177/180 “Suplicaciones por los cristianos” de Atenágoras
178 “La verdadera razón” de Celso
178 San Ireneo, Obispo de Lyón
180 Escuela catequística de Alejandría
175/189
San Eleuterio
180/192
Cómodo
180 Florece San Clemente de Alejandría
185 “Contra las herejías” de San Ireneo
190 “Stromata” de San Clemente de Alejandría
190 Florece Tertuliano
189/199
San Víctor
193
Pértinax
 
 
 
193
Didio Juliano
 
193/198
Septimio Severo
 
198/211
Septimio y Caracalla
       
199/217
San Ceferino
 

 
Cronología del Siglo III

CÉSARES ROMANOS
PAPAS
HISTORIA de los Primeros Cristianos
 
198/211
Septimio y Caracalla
    
199/217
San Ceferino
200/220 Tertuliano escribe contra paganos, gnósticos y marcionitas
202 Persecuciones en Africa del Norte. Clemente abandona Alejandría
203 Orígenes al frente de la Escuela Catequética de Alejandría
207/220 Escritos montanistas de Tertuliano
207 Tertuliano se declara montanista, escribe “Contra Marción”
 
211/212
Caracalla y Geta
       
 
  
 
 
 
212/217
Caracalla
215/219 Orígenes abandona Alejandría
 
217/218
Macrino
217/222
San Calixto I
 
 
218/222
Heliogábalo
220 Concilio de Cartago
 
 
222/235
Alejandro Severo
222/230
San Urbano I
225/230 Escritos de Orígenes, deja Alejandría por Cesarea
 
233/244 Plotino se establece en Alejandría
 
230/235
San Ponciano
 
235/238
Maximino Tracio
235/236
San Pontero
235 Persecución contra los jefes cristianos
236 Persecución en Calpadocia
 
 
236/250
San Fabián
238
Gordiano I
 
238
Gordiano II
 
238
Balbino y Pupieno
      
 
238/244
Gordiano III
 
 
244/246
Filipo I
 
246/249
Filipo I y Filipo II
   
248 Matanza anticristiana en Alejandría
 
249/251
Decio
251/253
San Cornelio
250/251 Cipriano huye de Cartago
250 Persecución: obligación de adorar a los dioses
 
251
Treboniano Galo
251 El concilio reinstala a Cipriano: el problema de los lapsos
251 "Sobre la Unidad de la Iglesia Católica" de Cipriano. Cisma de Novaciano
 
251/252
Galo y Hostiliano
  
 
 
252/253
Galo y Volusiano
  
 
 
253
Emiliano
253/254
San Lucio I
254 Muerte de Orígenes
 
253/254
Valeriano
 
254/260
Valeriano y Galieno
 
 
254/257
San Esteban I
255/257 Controversia sobre el rebautismo
 
257/258
San Sixto II
 
259/268
San Dioniso
260/268
Galieno
 
268
Mario
 
 
268/270
Claudio II
269/274
San Félix I
 
 
270/275
Aureliano
 
275/283
San Eutiquiano
275/276
Tacito
 
 
276
Floriano
 
 
276/282
Probo
 
 
283/284
Carino
283/296
San Cayo
 
 
284/285
Carino y Diocleciano
   
 
 
285/286
Diocleciano
 
 
286/293
Diocleciano y Maximiano
 
 
 
 
293/305
Maximiano y Constancio Cloro
 
 
 

 
 
 
Cronología del Siglo IV

CÉSARES ROMANOS
PAPAS
HISTORIA de los Primeros Cristianos
 
293/305
Maximiano y Constancio Cloro
 
 
296/304
San Marcelino
298-302 Los cristianos son proscritos del ejército romano
303 Gran persecución
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
305/306
Constancio Cloro
 
305 Se suspende la persecución
306-312 Tolerancia en Roma y África
 
306
Severo II
 
306-310 Maximino reinicia la persecución en Oriente
 
306/307
Severo II y Constantino I
     
306 Persecución en Oriente
 
307/311
Licinio y Majencio
  
 
311 Primera edición de la “Historia Eclesiástica” de Eusebio de Cesarea
Maximinio continúa la persecución, especialmente en Egipto
 
 
 
 
 
308/309
San Marcelo I
 
309/309
San Eusebio
 
311/314
San Melquíades
312/324
Licinio y Constantino I

312 Constantino vence a Majencio
313 Edicto de Milán de tolerancia universal del cristianismo
321 Persecución de Licino
314/335
San Silvestre I
336/336
San Marcos
 
324/337
Constantino I
337/352
San Julio I
324 Segunda edición de la “Historia Eclesiástica” de Eusebio de Cesarea
328-373 San Atanasio, Obispo de Alejandría
 
337/340
Constantino II
337 Persecución en Persia
 
340/350
Constantino II y Constancio II
     
342 Prohibición de sacrificios paganos
 
350/361
Constancio II
354 Nacimiento de San Agustín
356 Las reliquias de San Andrés y San Lucas son llevadas a Constantinopla
352/366
Liberio
350/351
Magnecio
 
 
351/353
Magnecio y Decencio
 
 
361/363
Juliano
 
 
 
 
 
 
 
 
 
363/364
Joviano
 
 
 
364/375
Valentiniano
371 El Papa San Dámaso es acusado de homicidio y es exonerado por el emperador
373 San Ambrosio, Obispo de Milán
373 Fallece San Atanasio
374-377 San Jerónimo, anacoreta en Calcis
366/384
San Dámaso
375/383
Graciano
 
378 El emperador Graciano renuncia al título de “Pontifex Maximus”
 
383/392
Valentiniano II
383 San Jerónimo inicia la traducción de la Biblia al latín
384 San Jerónimo parte a Palestina
384 San Agustín llega a Milán
385-420 San Jerónimo, monje enBelén
385-407 San Juan Crisóstomo florece
386 San Agustín vuelve a la fecatólica
386-387 San Agustín escribe “Las Confesiones”
390 Masacre de Tesalónica
384/399
San Siricio
392/395
Teodosio
392 Leyes contra paganos y herejes
 
395/421
Honorio
397 Muerte de San Ambrosio de Milán
399/401
San Atanasio I
 

 LAS PERSECUCIONES: SIGLO I
1.1.Una superstición nueva y maléfica
La primera toma de posición del Estado romano contra los cristianos se remonta al emperador Claudio (41-54 d. de J. C.). Los historiadores Suetonio y Dión Casio refieren que Claudio hizo expulsar a los judíos porque estaban continuamente en litigio entre sí por causa de cierto Chrestos. «Estaríamos ante las primeras reacciones provocadas por el mensaje cristiano en la comunidad de Roma», comenta Karl Baus.


Emperador Claudio
El historiador Cayo Suetonio Tranquilo (70-140 aproximadamente), funcionario imperial de alto rango bajo Trajano y Adriano, intelectual y consejero del emperador, justificará esta y las sucesivas intervenciones del Estado contra los cristianos definiéndolos como «superstición nueva y maléfica»: palabras muy fuertes.
Como superstición el cristianismo es puesto en conexión con la magia. Para los romanos es ese conjunto de prácticas irracionales que magos y hechiceros de personalidad siniestra usan para estafar a la gente ignorante, sin educación filosófica. Magia es lo irracional contra lo racional, el conocimiento vulgar contra el conocimiento filosófico. La acusación de magia (como la de locura) es un arma con la cual el Estado romano tacha y somete a control nuevos y dudosos componentes de la sociedad como el cristianismo.
Con la palabra maléfica (portadora de males) se alienta la sospecha obtusa del vulgo que imagina esta novedad (como toda novedad) empapada de los delitos más deplorables, y por consiguiente causa de los males que cada tanto se desencadenan inexplicablemente, desde la peste al aluvión, desde la carestía a la invasión de los bárbaros.
1.2.Nerón y los cristianos vistos por el intelectual Tácito
En el año 64 un incendio devastó 10 de los 14 barrios de Roma. El emperador Nerón, acusado por el pueblo de ser el autor del mismo, echó la culpa a los cristianos. Empieza la primera gran persecución que durará hasta el 68 y verá perecer entre otros a los apóstoles Pedro y Pablo.
El gran historiador Tácito Cornelio (54-120), senador y cónsul, describirá este acontecimiento escribiendo en tiempo de Trajano sus Annales. Él acusa a Nerón de haber culpado injustamente a los cristianos, pero se declara convencido de que estos merecen las penas más severas, porque su superstición los impulsa a cometer acciones nefandas. No comparte, pues, ni siquiera la compasión que muchos experimentaron al verlos torturados. He aquí la célebre página de Tácito.


Emperador Nerón
«Para cortar por lo sano los rumores públicos, Nerón inventó los culpables, y sometió a refinadísimas penas a los que el pueblo llamaba cristianos y que eran mal vistos por sus infamias. Su nombre venía de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio había sido condenado al suplicio por orden del procurador Poncio Pilato. Momentáneamente adormecida, esta maléfica superstición irrumpió de nuevo no solo en Judea, lugar de origen de ese azote, sino también en Roma, adonde todo lo que es vergonzoso y abominable viene a confluir y encuentra su consagración.
Primeramente fueron arrestados los que hacían abierta confesión de tal creencia. Después, tras denuncia de estos, fue arrestada una gran muchedumbre, no tanto porque acusados de haber provocado el incendio, sino porque se los consideraba encendidos en odio contra el género humano.
Aquellos que iban a morir eran también expuestos a las burlas: cubiertos de pieles de fieras, morían desgarrados por los perros, o bien eran crucificados, o quemados vivos a manera de antorchas que servían para iluminar las tinieblas cuando se había puesto el sol. Nerón había ofrecido sus jardines para gozar de tal espectáculo, mientras él anunciaba los juegos del circo y en atuendo de cochero se mezclaba con el pueblo, o estaba erguido sobre la carroza.
Por esto, aunque esos suplicios afectaban gente culpable y que merecía semejantes tormentos originales, nacía sin embargo hacia ellos un sentimiento de compasión, porque eran sacrificados no a la común ventaja sino a la crueldad del príncipe» (15, 44).
Los cristianos eran, pues, considerados también por Tácito como gente despreciable, capaz de crímenes horrendos. Los crímenes más infames atribuidos a los cristianos eran el infanticidio ritual (¡como si en la renovación de la Cena del Señor, en la que se alimentaban de la Eucaristía, mataran a un niño y se lo comieran!) y el incesto (clara tergiversación del abrazo de paz que se hacía en la celebración de la Eucaristía «entre hermanos y hermanas»). Estas acusaciones, nacidas del chismorreo de la gentuza, fueron así sancionadas por la autoridad del emperador, persiguiendo a los cristianos y condenándolos a muerte.
Desde ese momento (nos lo atestigua Tácito) se añadió a la imputación contra los cristianos también un nuevo crimen: el odio contra el género humano. Plinio el joven, irónicamente, escribirá que con una acusación semejante se habría podido en lo sucesivo condenar a muerte a cualquiera.
1.3. Acusados de ateísmo
Muy escasas son las noticias de la persecución que afectó a los cristianos en el año 89, bajo el emperador Domiciano. De particular importancia es la noticia referida por el historiador griego Dión Casio, que en Roma fue pretor y cónsul. En el libro 67 de su Historia Romana afirma que bajo Domiciano fueron acusados y condenados «por ateísmo» (ateótes) el consul Flavio Clemente y su mujer Domitila, y con ellos muchos otros que «habían adoptado los usos judaicos».


Catacumba de Santa Domitilla
La acusación de ateísmo, en este siglo, es dirigida contra quien no considera divinidad suprema la majestad imperial. Domiciano, durísimo restaurador de la autoridad central, pretende el culto máximo a su persona, centro y garantía de la «civilización humana».
Es notable que un intelectual como Dión Casio llame «ateísmo» el rechazo del culto al emperador. Significa que en Roma no se admite ninguna idea de Dios que no coincida con la majestad imperial. Quien tiene una idea diversa es eliminado como gravemente peligroso para la «civilización humana».
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